No hay nada más aburridor que una mala atención al cliente por parte de las marcas, más aún de aquellas que tienen renombre y su promesa de valor va más allá de la calidad de sus servicios. Les voy hablar de un par de casos donde los detalles hacen la diferencia.
Imagínese por un momento que el internet de su casa se vuelve intermitentemente, llamas al servicio técnico, te dan una solución para ese momento final, pero pocos días después sucede lo mismo y peor, de un momento a otro se cae el Internet del todo. Adicional a esto, la disponibilidad de técnicos para la visita es de tres días (soportable para mi caso) pero he aquí la situación que me lleva a escribir este artículo.
Una vez llega el técnico a la casa lo primero que hace es pedir algo de beber (está bien, es tolerable) pero que una vez empiece a mirar las conexiones y demás temas relacionados con la reparación, hable con todas las personas con un lenguaje de calle sin protocolos de atención al cliente es donde veo la oportunidad de mejora, pues como cliente no me gusto que me trataran de niño, Parce, sornero, entre otras palabras y formas.
El otro caso fue con una entidad financiera donde en una llamada para venderme seguros y tarjetas de crédito, la persona que me llamó le agradecía a Dios por todo y por evitar cualquier calamidad que me pudiera pasar.
Mi observación no va en contra de lo religioso ni mucho menos, ni es una invitación a dejar lo humano de las marcas en las personas que las representan, pero si es una invitación a revisar los protocolos y lenguajes utilizados en el servicio al cliente. Uno espera un servicio profesional, respaldo, satisfacción y acompañamiento por parte de las marcas, no por nada les estamos pagando. Así que la invitación está abierta para ejecutar una mejor experiencia de servicio al cliente.
 
Esteban FIRMA