Estudiar una marca, construirla, diseñarla o gerenciarla implica una mirada holísitica de múltiples variables en una cancha donde todas juegas de manera simultánea y hasta lo más mínimo puede afectarlas.

 

Igualmente estas actividades implican un conocimiento profundo del branding y del mercado, así como del consumidor y las tendecias futuristas del mercado objetivo.

 

Justo en ese momento, cuando nos enfrentamos a una marca real, surgen preguntas como: ¿Por dónde empiezo? ¿Cuáles son los aspectos más relevantes que debo tener presente? ¿Cuál es mi competencia? y ¿Cómo ser atractivo en el mercado?, entre muchas, muchas otras.

 

Pues bien, una de las maneras de afrontar una marca es siguiendo la metáfora de la matrioshka, la famosa y hermosa muñeca rusa que nos ha dejado más de una enseñanza. La marca debe partir de un centro, es decir, de una muñequita pequeña que ya no se pueda abrir más, esa esencia es el ADN de la marca y es lo que no debe cambiar, para nosotros existe una excelente herramienta en este caso que es el alma de la marca, el cuál indaga por esos aspectos core de la marca que la hacen única.

 

Más tarde viene la segunda matrioshka, la cual, teniendo muy clara esa marca, la ubicamos en un entorno, en un mercado, donde existen una gran cantidad de variables a considerar así como de herramientas a emplear para que la marca no sólo viva en un mercado, sino que lidere el mercado. Justo ahí hablamos de mandala de marca.

 

Para finalizar, es clave que la marca, teniendo claro lo que es y su rol en el entorno, le cuente al mundo, y en especial a su mercado objetivo, que existe, y por supuesto que es superior en estos y aquellos aspectos, razón por la cual debe ser la favorita del consumidor. Esto lo logramos con el EMA (los elementos de marca), que usando los 5 sentidos buscan conquistar al consumidor. Esta es la tercera y última matrioshka a utilizar.

 

¡Fácil!: Una marca, tres matrioshkas

 

Juliana FIRMA