El británico de 66 años, Clive Christian, es el mayor de cuatro hijos de una familia escocesa, y es conocido mundialmente por su talento como diseñador de interiores, el cual desde 1978 expresa en la empresa que lleva su nombre. Más tarde, en 1999, su firma compró la compañía de perfumes que fabricaba la loción de la Reina Victoria desde 1872, The Crown, de donde surgió el hoy declarado por el libro de los Guiness Records como el perfume más caro del mundo: Clive No. 1 Imperial.
Esta fragancia es ofrecida en dos presentaciones, la de 30 ml que cuesta 1.720 euros y la de 50 ml cuyo precio alcanza los 145 mil euros. Dentro de los ingredientes de la loción se destacan la vainilla tahitiana, el sándalo hindú, la canela italiana rosada, y algunas esencias de flores como rosas, jazmines y orquídeas.
Su empaque es una parte fundamental del valor que ofrece la marca, pues éste es en cristal de Baccarat y viene adornado por una cintilla fabricada en oro de 18 quilates y sellado con un broche de diamante. Así mismo, la unidad se envuelve en un pañuelo de seda y luego se empaca en un estuche de ébano negro.
De esta fragancia se elaboran artesanalmente cada año mil unidades para hombre y mil unidades para mujer, en la presentación más pequeña y tan solo 10 de la presentación de 500 ml, las cuales se encuentran en las lujosas tiendas de accesorios de Harrods (en Londres) o Bergdorf Goodman (en Nueva York).
Como máxima estrategia que enfatiza aún más el concepto de lujo de la marca, en dos momentos importantes, el perfume ha estado presente en la corona británica: la primera, fue con el ejemplar llamado Clive Christian No.1 Imperial Majesty Edition, el cual se lanzó para la Reina Isabel II con motivo de sus 60 años de reinado. La segunda ocasión fue en la boda de los príncipes William y Kate, cuando el autor Clive Christian les regaló a los novios las versiones Él y Ella de la fragancia, adornados con el escudo de armas de oro.
Para terminar, los dejamos con una leyenda de la marca: se dice que las mujeres más elegantes que viajaban en la primera clase del Titanic lucían un frasco de este perfumé en sus corsés, el cual se asomaba en sus escotes, como símbolo de lujo, refinamiento y exclusividad.