De naming a apodos

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Autor: Alejandro Arias
Es común antropomorficar las marcas, es decir, existe una tendencia a la hora de gestionar una marca que nos lleva a comparar una marca con un ser humano, encontrándonos así conceptos como el ciclo de vida de la marca o la personalidad de la marca, entre muchos otros.
Así como las personas nacen, crecen, se alimentan, se reproducen y mueren, las marcas, a su vez, se introducen al mercado, crecen, maduran y declivan. Así como las personas desarrollan una personalidad conformada por diversas características, a las marcas les definimos una personalidad, la cual conducirá su rol en el mercado. Así como las personas se registran civilmente y/o bautizan con un nombre, a las marcas se les hace un trabajo de naming… Y así podríamos quedarnos haciendo y largo paralelo de comparaciones.
Cuando pertenecemos a diferentes grupos sociales, nos damos cuenta que con algunas personas comenzamos a construir una relación más cercana, así, es común pasar de llamarlas por su nombre completo a definirles un apodo, el cual no es otra cosa diferente a una manifestación de cariño y proximidad. Este fenómeno también ocurre en el mundo del branding, pues a partir del nombre de la marca, y la relación que la marca va tejiendo en el mercado con los consumidores, algunos ellos le van teniendo más aprecio a las mismas, hasta el punto de dejarlas de llamar por su nombre registrado y ponerles un apodo.
Es curioso ver como al Aguardiente Antioqueño muchos le dicen “guaro”, a la Toyota Land Cruiser la llaman “Care-Vaca”, a leche condensada La Lechera la conocemos como “Lecherita” y a la Coca-Coca en varios países la piden como “Coca”. Al igual que a las personas, los apodos se construyen haciendo uso de diminutivos, de las primeras sigas de su nombre o a partir de su apariencia física.
¿Conoces otros apodos de marcas?